Que nadie te corte las alas

 «Cómo quisiera tener las alas de una paloma y volar hasta encontrar reposo».

— Salmo 55:6

Alas.

Me dijeron: —Cuidado, no las abras, que rompes cosas.

Alas.

—¡Oye! ¿No ves que casi das a tu hermana? Las alas replegadas, que aquí no cabe ni un alfiler.

Alas.

—Menuda desproporción. Si fueran de una envergadura normal, no pasaría nada, pero tal y como las tienes, no hay quien viva contigo. 

Alas.

—¡Por fin tenemos solución! Nos han dado esta caja para casos como el tuyo. Venga, métete, con las alas dentro, ordenadas y quietas. Será duro al principio, pero te irás acostumbrando. Por lo menos dejarán de crecer tanto.

Alas.

—Te crees especial, pero ¿te has fijado en que te faltan plumas y que las tienes deformadas? Anda, ¿y esta mancha qué es, de nacimiento? ¡Qué ridículas!

Alas.

—¿Te da vergüenza? No seas tonta, enséñame. Uf, madre mía, sí que son... raras. Claro, es abrirlas, y todo el mundo va a estar comentando. ¿Has probado con disimularlas con un tinte?

Alas.

—No te entiendo, eres más enrevesada... Si las tienes, es por algo. Y encima, tienen pinta de que podrían haber sido potentes. ¿Por qué no las usas? Menudo desperdicio. Si fueran mías, otro gallo cantaría.

Alas: olvidadas, atrofiadas, pegadas a mi cuerpo. Cuando las abría temblando, me pesaban sus plumas irregulares. Por mucho que sonaran las críticas, no había ninguna tan fuerte como mi propia voz. Mi caja de resonancia me acribillaba: ojalá me las arrancaran de una vez. Nunca me han servido de nada. Me han marcado y torturado. 

No se recompensó mi esfuerzo por agradar o por pasar desapercibida. La bandada me incluía a regañadientes. Cuando comenzaron las clases de vuelo, me quedé atrás con excusas. Todos acabaron volando, menos yo, prisionera eterna del suelo. Demasiado tarde comprendí que el que me dio el canto y el alimento diario, también me dio las alas diferentes. 

Y es por eso, pajaritos, que cada amanecer venimos a esta pradera. Por eso me río con vuestras piruetas y admiro vuestras plumas perfectas e imperfectas. Por eso grito que estiréis las alas que son vuestras y solo vuestras. Cerrad los ojos y olvidaos por un momento de los demás. Expandíos, ocupad espacio, porque solo así alcanzaréis la libertad para la que fuisteis diseñados. 

Os cuento un secreto: esas críticas tienen fecha de caducidad. Escuchad mejor la voz del Creador, el único que da reposo. Extended las alas, que en seguida conseguiréis despegar. Orgullosa, observaré vuestros pinitos; gritaré más que nadie, ¡más alto! Porque solo encontraréis lo que buscáis si conseguís vista de pájaro. 

¡Nunca lo dudéis! El diseño de vuestras alas no es circunstancial. Sean comunes, espectaculares o peculiares, son vuestras para abrir y fortalecer. Es un encargo sagrado. 

Un día dejarán de pesaros porque funcionarán en armonía con vuestro cuerpo ligero y el rápido latir de vuestro corazón, llevándoos lejos y trayéndoos de vuelta. Terminaréis vuestros días satisfechos, y nosotros agradecidos, porque un día os atrevisteis a desplegar vuestras alas.


Foto: Sunguk Kim / Unsplash

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