La oración ferviente entre el dolor y la esperanza

«La oración es el único poder que poseen los desposeídos»

— John Stott

No dejo de darle vueltas a esta cita que escuché el domingo en nuestra iglesia, reflexionando sobre cristianos que oraban en medio de una situación imposible (Hechos 12). Volví a recordar el impacto de lo que nos comentaba el predicador: que la palabra ektenos que emplea Lucas para describir las oraciones que elevaba la Iglesia, «constante y fervientemente», la usa también en su Evangelio para describir la oración agónica de Jesús en Getsemaní. 

No dudo que es en este mismo espíritu que oran mis hermanos en Ucrania, amigos de hace más de 15 años en una etapa en la que todos éramos vecinos y estudiantes extranjeros compartiendo vida, libros, recetas, ropa de bebé y salidas al parque. Hoy, torpes desde nuestras fronteras lejanas, tratamos de ayudar, entrar en su dolor e interceder por ellos. Piden oración y más oración, más por otros que por ellos mismos. Leo sus palabras en redes sociales y grupos de apoyo, viendo entre líneas su cansancio, angustia y miedo, rabia e incredulidad... pero más que nada su profunda esperanza. 

Al final sus oraciones, y las nuestras, como las de los primeros cristianos, pueden ser constantes y fervientes porque hay una esperanza imposible de apagar. Desde su ciudad, Lviv —donde se agolpan cientos de personas a las que han estado ayudando a diario, donde también suenan sirenas antiaéreas, donde se han guardado y protegido las obras de arte para que no sean destruidas — escriben que ya se venden tulipanes en los mercados: «La primavera vence al invierno. ¡La luz conquistará la oscuridad! Creemos en ello, y hoy hasta compramos dulces de Pascua».

Dulces de Pascua, porque celebran y creen en quien resucitó y conquistó la oscuridad. Me consuela que su esperanza, y la mía, está puesta mucho más allá de los poderes que mueven este mundo temporalmente. Está puesta en el único héroe y mediador justo, el único que no falla y que tiene no solo toda la historia de la humanidad en sus manos, sino también nuestras breves y pequeñas vidas. (En este post que escribí para Pontea la semana pasada, te invito a considerarle, si quieres seguir leyendo.)

En tiempos de oscuridad, abraza la esperanza. Cobra ánimo. Tus oraciones no se escuchan porque sean constantes y fervientes, sino que pueden ser constantes y fervientes porque realmente hay quien escucha.


Foto: Brigitte Tohm / Unsplash

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