Atrapados entre la afición y el compromiso

Me gusta mucho escuchar las historias de personas que voy conociendo. De vez en cuando, hablando de trasfondo o creencias, escucho que tuvieron alguna experiencia positiva con Dios y que añoran momentos puntuales de su vida en los que experimentaron comunidad auténtica y un acercamiento a lo espiritual. Siempre me llama la atención que casi lo ven como un periodo irrecuperable, algo bonito que pasó pero que no se puede repetir.

Me pregunto por qué, pero también entiendo lo complicada que es la vida y cómo nos van marcando las decisiones que tomamos. A veces simplemente nos quedamos a medio camino, y pensamos que no hay vuelta atrás

Con este pensamiento de fondo, este verano leyendo la biografía de Eugene Peterson (un teólogo, poeta y pastor protestante), me llamó la atención una anécdota sobre un empresario que asistía irregularmente a la iglesia durante años sin conseguir comprometerse con Dios. Un día se acercó a Peterson para charlar con él.

Después de que el empresario le contara su vida entera, Peterson le dijo: «...existe la posibilidad de que Dios te esté llamando, y eso es algo que no sucede todos los días. Hasta ahora has sido un aficionado, y creo que Dios te está pidiendo un compromiso. Si estuviera en tu lugar, prestaría atención. Puede que sea tu última oportunidad».

Después, Peterson le expuso cuatro pasos que podrían ayudarle a prestar más atención a Dios

1) orar los Salmos a diario; 

2) leer además otra parte de la Biblia (le recomendó el Evangelio de Juan); 

3) apartar media hora todos los días para escribir tranquilo sobre su vida; 

4) durante por lo menos seis meses, asistir a la reunión dominical de una iglesia cristiana.

Sin rodeos, Peterson le animó a cerrar ese capítulo de «picotear» en las cosas de Dios. «Está claro que luchas con el compromiso», le dijo.

El empresario cuenta que unas tareas tan sencillas como orar, leer, escribir y reunirse, además de quedar con Peterson con regularidad, le abrieron nuevos horizontes. Descubrió la realidad y la relevancia de Jesucristo, y hubo impacto y cambio en su propia vida y en su mundo laboral.

Por un lado, es cierto que no hay recetas automáticas, y los pasos sencillos suelen ser más complicados de lo que parecen. Todo lo que vale la pena suele exigir bastante constancia y compromiso. Pero tampoco puedo negar la gran diferencia que marcan en mi vida los hábitos sencillos y constantes, sean en el terreno que sean. Si estamos tan dispuestos a seguir pasos simples para hacer ejercicio, comer sano, tener éxito en nuestra profesión, entender nuestras emociones, criar bien a nuestros hijos y un sinfín de áreas, ¿por qué no estamos más dispuestos a incorporar algunos pasos en nuestra vida para volver a prestar atención a Dios?

¿Te encuentras en el campo incómodo del aficionado? 

¿Crees que Dios te está intentando decir algo?

¿Te animarías a empezar con alguno de estos cuatro pasos hoy?


Foto: David Iskander / Unsplash

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