No eres un producto en una caja en el felpudo de un domicilio
«Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica».
— Efesios 2:10 NVI
No eres un accidente, una casualidad, un error, un garabato, el resultado de los factores x y z.
Tampoco eres uno del montón, una copia que sale de una impresora 3D o de un molde en una fábrica. No eres fruto de una cadena de producción en masa a mil por hora, embalado en una caja de Amazon a toda velocidad para acabar en el felpudo de un domicilio.
Tampoco eres producto del plagio, un copia y pega.
Eres algo deliberado, meditado, pensado, formado.
Eres una obra maestra, una magnum opus, un poema, una pieza singular que perdura.
Alguien compró y organizó los materiales para crearte. Planificó su tiempo y lo invirtió en ti, rechazando otras maneras de usar su jornada. Le saliste caro, nunca mejor dicho.
Soñó despierto y se emocionó. Estudió y trazó líneas hasta perfeccionarlas.
Buscó las palabras ideales, escogiendo unas y descartando otras.
Se manchó las manos y la ropa, se rascó la cabeza, se saltó alguna comida, se alejó para evaluarte mejor, volvió a incidir hasta que se plasmara su visión.
El artista Dios te dibujó, te escribió. Tu vida tiene paspartú y marco y la iluminación ideal. Tu vida tiene diseño, cubierta, lomo y capítulos, y está en las mejores manos.
Este día tiene un propósito: como mínimo, dar un paso en una dirección muy concreta, la de descubrir y hacer las cosas buenas que Dios preparó para ti, y solo para ti, hace muchísimo tiempo en su taller.
Foto: thom masat on Unsplash
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