Luces de Navidad
He caído desganada en el sofá. Me quedo ahí desinflada en la penumbra. Escucho de fondo el tráfico de la ciudad, y contemplo las cuatro bolsas de compra que he dejado en el suelo nada más entrar. Suspiro y me quito la bufanda. Las luces del arbolito me hipnotizan, parpadeando por turnos.
Azul...
Qué frío hace, y qué helado tengo el corazón, que este año no consigue ni rozar la magia de la Navidad.
Rojo...
Así tengo los números de la cuenta desde hace días, y lo que queda. Que si la subida de la luz, lo caro que está todo...
Blanco...
Que me entierre otra Filomena, me haría un favor.
Verde...
No es que me espere «El Gordo» pero me podría tocar algo por una vez, como al asqueroso de mi primo, pero no...
Amarillo...
Luces, fiesta, convites... no me apetece nada. Me duele la cabeza solo con abrir la agenda.
Sin querer mis ojos se posan en los libros del estante, y veo la Biblia que me ha regalado mi hermana. Me invade una sensación de quietud. Aunque no sea creyente como ella, en el pasado sus palabras me han aportado paz. Intento recordar alguna, mientras las luces del árbol vuelven a parpadear.
Azul...
Sus páginas no solo revelan la soledad, la tristeza, las crisis y la maldad ahí fuera, sino también mi propia lucha contra Dios y los terrenos tenebrosos de mi corazón congelado que me asustan hasta a mí.
Rojo...
Más allá del pesebre, el «niñito de Belén» tuvo una vida estelar, sorprendente, conmovedora que terminó en una ejecución sangrienta. Lo sepultaron como a otros revolucionarios, pero a diferencia de todos, los Evangelios narran que resucitó. Sus seguidores deprimidos cambiaron de la noche a la mañana, predicándole y muriendo por creer en Él.
Blanco...
«Como cordero fue llevado al matadero...» Jesús dijo que necesitábamos ser salvados de nosotros mismos: de nuestro mal, nuestra apatía hacia Él y nuestra destrucción para siempre. Vino de intercambio. Manchó su propio nombre con mis trapos sucios para que pudiera hacer borrón y cuenta nueva.
Verde...
Después de la Navidad y el invierno, viene la primavera. Porque Jesús vive, su amor sigue vigente para ponerle fin a mi invierno sin Él. Si me rindo y dejo de aferrarme a mis propios caminos torcidos, Él restaurará lo oscuro, frío y roto de mi corazón, y hará que germine y florezca su nueva vida en mí.
Amarillo...
Mi hermana me dice que el personaje principal de la Navidad es Jesús. Y tras su «obsesión» con Él, he visto la alegría volver a su vida con más fuerza que nunca, como una cálida luz. Me dice que, aunque la vida sea dura, lo que importa es estar a su lado. Cuando por fin le decimos que «sí», Él nunca nos abandona.
Las luces parpadean borrosas a través de mis lágrimas, y es como que en mí también se ha encendido una luz, su luz. Algo en mí se inclina...
Sí.
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