Odio mi cuerpo: ¿Dios lo entiende?
«¡Preferiría que me estrangularan a seguir viviendo en este cuerpo!»
— Job 7:15
Con profunda honestidad y compasión, la Biblia refleja la angustia extrema que podemos llegar a sentir hacia nuestro cuerpo físico. No solo lo vemos en libros como Job, sino también en los evangelios, donde Jesús se acerca a personas con dolencias físicas. En una familia como tantas con necesidades especiales, hace mucha mella el hecho de que Jesús no solo pronunciara palabras, sino que se implicara por completo en la vida física terrenal y humana, trayendo sanidad a personas con discapacidades y enfermedades.
Desde que la jerga médica es parte de nuestra vida, nos atrevemos a ser «pesados» con Dios a diario hasta que nos muestre lo contrario. Y en este largo camino, hemos visto alguna respuesta que otra rompiendo pronósticos. Pero el milagro más grande es conocer a Jesús dos mil años después de que pisara nuestro planeta, y tener el privilegio y la alegría de ser parte de una nueva realidad imparable. Esto es lo que trae esperanza en medio de la frustración con el cuerpo o la mente, o el dolor y la disciplina constante de terapias, pruebas, tratamientos: viene algo nuevo. Lo veremos.
En la fe cristiana, al contrario de lo que piensan algunos, no se desprecia lo físico a favor de lo espiritual, sino que rendirse a Dios significa un brote de vida espiritual totalmente nuevo que al final dará paso a un físico nuevo. Nuestra relación con nuestro cuerpo físico será plenamente reconciliada gracias a que Jesús vino como ser humano y su cuerpo físico resucitado está en la dimensión celestial.
«Jesús vino para ser el humano perfecto, el completo portador de la imagen que nunca hemos conseguido ser», escribe Sam Allberry en Lo que Dios dice sobre nuestros cuerpos. «Eso significa que entiende la humanidad auténtica de una manera que nosotros jamás la llegaremos a entender. Y significa que seguirle nunca será deshumanizante. Nunca marchitará nuestra humanidad o nos disminuirá de ninguna manera. Sus caminos siempre nos mostrarán cómo desarrollar nuestra humanidad de manera auténtica».
«En Cristo, nuestros cuerpos ya no se identifican por lo que hacemos ‘con’ ellos, o por lo que otros hayan hecho ‘a’ nuestros cuerpos, sino por lo que Jesús ha hecho ‘por’ ellos. Y esperamos ‘la redención de nuestros cuerpos’ (Ro 8:23) con paciencia. Y mientras tanto, aprendemos lo que significa usar nuestros cuerpos para nuestro nuevo Señor y Salvador».
Poco puedo añadir en un pequeño escrito. Sobre todo, pasaba por aquí para abrazarte si hoy odias tu cuerpo; si hoy, como Job, no quieres seguir viviendo en él.
Solo en la fe cristiana hay espacio para el lamento y la esperanza contigua. Cuando Dios nos dice que estamos rotos, no nos está derrumbando. Cuando Dios nos dice que lo valemos, no intenta vendernos un producto. Cuando Jesús sostiene cuidadosamente nuestro daño y valor entre sus manos cicatrizadas, nos está dando la verdad y el poder que necesitamos para dejar atrás la desesperación.
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