Hermano mayor

 «...por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos».

— Hebreos 2:11

«Este dicho por sí solo debería deshacer nuestra desconfianza cuando estamos en duda y perplejidad sobre si Dios nos aceptará o no. Porque viendo que tenemos este registro de que Jesucristo es nuestro hermano, ¿qué más queremos?»

— Juan Calvino

Jesús no es tu hermano mayor porque sí, porque un buen día apareciste por casa. Te escogió, y te cuidará hasta el final, incluso cuando dobles la esquina pensando que ya no te alcanza su vista. Es el hermano mayor que ha ido delante, allanando el camino. No te abandonará.

Es el primero en defenderte. Nunca verás fallar su fuerza, ni agotarás su heroísmo. Aunque en ocasiones no entiendas su proceder, nunca hará la vista gorda. 

Aunque tiene más faena que todos sus hermanos juntos, nunca está demasiado ocupado. Siempre pregunta y escucha. Sí, también te llevas reprimendas suyas, pero son justas y acertadas. Nunca te ridiculizará ni abusará de ti. Su pureza permea sus decisiones, acciones y relación contigo. Nunca tergiversa la verdad ni te engaña.

Uno con el Padre, seguro en su amor, desconoce el resentimiento, la rivalidad. Organiza tu fiesta de bienvenida, no se queda fuera refunfuñando. No pelea sobre la herencia, el universo entero. Disfruta compartiendo su abundancia, derramando más y más sobre ti sin esperar nada a cambio. Conocerle es disfrutar.

Es un hermano mayor que no se avergüenza de ti. No te sobreestima ni subestima. Nunca te menospreciará por no dar la talla. Sostiene tus intentos de complacerle con ternura, y señala su cruz, recordándote que el único camino hacia la plenitud fue cavado por sus propias manos heridas.

Es un hermano mayor que, en lugar de vengarse por escupirle, recibió latigazos por ti siendo Él inocente. En vez de crucificarte por tus ultrajes y pecados, bloqueó con sus propias manos los clavos que eran tu destino. Interfirió, pero no para mal. Se interpuso entre tú y tu juicio. En vez de enderezarse para señalar que era tu culpa, sus dedos se encorvaron en agonía, aceptando el castigo por ti, su hermano menor.

Es un hermano mayor resucitado, con cicatrices evidentes porque ¡cómo olvidamos los hermanos pequeños! Esas manos marcadas las extiende, invitándote al reencuentro familiar más épico de los siglos. 

Tu hermano mayor no solo te espera, sino que intercede por ti mientras aún creces y resistes en sitios dolorosos y solitarios en los que te tienes que quedar un tiempo. Aunque es insuperablemente grande, por todo lo que ha pasado y compartido primero, su empatía y unidad contigo es absoluta.

Los hermanos pequeños suelen admirar al mayor, a sabiendas o no. El único y exaltado Hijo de Dios es un hermano mayor al que puedes adorar sin reparos: te despiertas y te acuestas queriendo parecerte a Él. Tan magnífico es que no te atreverías a acercarte ni a por un autógrafo, pero ahora, por Él y solo por Él, lo compartes todo como hermano bajo el mismo techo para siempre.


Foto: juan pablo rodriguez / Unsplash

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares