¿Sol o sombra?

Durante una temporada vivimos en Austria a media montaña, y cuando iba de paseo, solía subir por una carretera detrás de una zona residencial. Desde el banco donde paraba a descansar, podía divisar las casas, iglesias y tiendas del pueblo a tamaño maqueta, vigiladas por las montañas inmensas de los Alpes. 

Allí los precios de la vivienda se calculaban en parte por la orientación del sol. Las casas más económicas estaban al otro lado del valle, ya en la penumbra. Mientras disfrutaba de la luz y el calor a mi lado del valle, las contemplaba con pena. Incluso desde mi lugar privilegiado, el sol engañaba – un rato a la sombra en manga corta, y ya estaba tiritando. Me imaginaba a los dueños de esas casas congelados en sus balcones envidiando el resto del valle. A ellos ya se les había acabado la alegría a las cuatro de la tarde mientras que los demás seguíamos disfrutando. 

En la vida no podemos elegir vivir con más o menos «sol». Hay quien desde temprano ya sobrevive invadido de sombra. En este valle, el de sombra y de muerte, se resiente que otros vivan con el toque del Rey Midas. ¿Por qué a unos les va tan bien y a otros tan mal?

Pero ¿sabes? En realidad, la Biblia da por sentado que, sea cual sea nuestra "suerte", todos vivimos en la peor región de la montaña. No deja que nos hagamos ilusiones respecto a nuestra posición: somos un pueblo "asentado en tinieblas", personas que habitamos en "región de sombra de muerte" (Mateo 4:16). Nos hemos vuelto pálidos en la penumbra. Nos hemos acostumbrado al frío y a respirar la humedad de la muerte. A su sombra hemos vivido, criado, reído y llorado, generaciones afincadas incapaces de mover la montaña para que nos llegue la luz.

Fue precisamente a esta pésima, desfavorecida región donde un día vino gran luz, Dios hecho hombre: Jesús. Ya nada sería igual tras su esplendoroso amanecer en el lugar menos esperado, donde las tinieblas lucharon en balde para ahogarlo (Juan 1:4-5).

Seguí en mi banco. Ahora la sombra se dedicaba a igualar todo el valle, apagando los destellos de los tejados uno por uno. Miré la hora. Ya tocaba volver. Caminé lentamente hacia la sombra, presagio de una noche aún más oscura.

Porque si rechazamos la luz, ¿qué nos queda? Se viva a un lado del valle, o se viva al otro, la noche de la muerte nos llega irremisible a todos: a felices e infelices, privilegiados y desgraciados. Unos han disfrutado de más horas de luz, pero la noche no reparará en el precio que hayan pagado por su chalet.

En tu sombra, en tu sol, ¿qué has buscado? ¿qué has encontrado?

¿Conoces la luz que puede penetrar la más densa noche?


Foto: In den Bergen


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